El celibato evangélico en un mundo mixto

El celibato puede ser un estilo de vida feliz y significativo cuando se vive en la perspectiva del Evangelio.
Un nuevo mundo cultural, profundamente marcado por las nuevas relaciones y aproximaciones de lo masculino y lo femenino por la valoración de la sexualidad y de su fuerza relacional y expresiva, por sus nuevas ansias de felicidad, pero también, en muchos sentidos, encerrado en perspectivas muy cortas acerca de todas sus nuevas posibilidades, facilita y, a la vez, obliga a un nuevo replanteamiento del significado antropológico y evangélico de la opción por el celibato voluntario, por y para el Reino de Dios.
Tampoco conviene ocultar los riesgos y las tensiones que semenjante vida conlleva. Ni los matices, posibilidades renuncias que marcan las amistades y el amor que el célibe puede y debe desarrollar. Porque su celibato no es para el aislamiento o para el amor abstracto, sino para una libertad y una fraternidad mayores, en las que ya no domine el instinto de poder y de posesión, sino el amor desarmado, en el reino del don y la gratuidad.